Quien es el SACERDOTE dentro de la Iglesia Ortodoxa?
El sacerdocio es un servicio (διακονία-diakonía) dado gratuitamente por Dios. Es un don celestial. Por eso, el sacerdocio es más honorable que los demás servicios o profesiones mundanas. Es un ministerio que abarca la tierra y tiene su finalidad y frutos en el cielo. Es un ministerio angélico y digno de los ángeles. La obra del sacerdote es obra de los ángeles. Por lo tanto, el sacerdote se llama ángel, pero él no habla de su propia inteligencia, sino de Dios quien lo ha enviado.
Actualmente en el mundo occidental tenemos la idea de que los Sacerdotes deben de ser Solteros o Célibes, esto se debe a la gran influencia de la Iglesia Católica Romana la cual modificó la situación eclesiástica del sacerdocio, sin embargo la Iglesia Ortodoxa no ha modificado las reglas respecto al estado civil de los sacerdotes.
El sacerdocio no fue instituido por el hombre, tampoco por algún ángel, sino por el mismo Espíritu Santo que habla por los profetas. El sacerdocio tiene un carácter sagrado altísimo por varias razones. El poder de celebrar la divina liturgia y de ofrecer la oblación no sangrante es el privilegio más importante ofrecido a los hombres y dado a los sacerdotes. Es un privilegio que no fue dado aún a los ángeles.
El poder de la absolución de los pecados (atar y desatar) es el mismo poder que fue dado de Dios Padre al Hijo, y por Él a los sacerdotes. Esos dos poderes reflejan suficientemente la dignidad y el honor altísimo de este ministerio.
Es importante entender que en la Iglesia Ortodoxa puede haber Diáconos y Sacerdotes Célibes o Casados. Sin embargo para aspirar a ser Diácono o Sacerdote casado el principal requisito es estar casado una sola vez. Y para ser Diácono o Sacerdote Célibe el principal requisito es permanecer soltero. Esto quiere decir que los Diáconos y Sacerdotes Célibes no pueden Casarse después de ser ordenados. Y los Casados que aspiran a ser Diáconos y Sacerdotes no pueden estar casados por segunda vez y si estos se divorcian deberán permanecer célibes.
El Nuevo Testamento incluye información real sobre el hecho de que por lo menos algunos de los apóstoles – incluyendo San Pedro – eran hombres casados; y el estar casado se consideró como normal para aquellos ordenados que seguían en el ministerio: “Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador,…que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad” (I Timoteo 3: 2-4).
Este requerimiento no cubre los casamientos civiles contraídos “antes del bautismo”, es decir, fuera de la Iglesia. Como hemos visto antes, éstos no son considerados como “matrimonios” y, por lo tanto, no pueden impedir la ordenación de un hombre que fue subsecuentemente casado de nuevo por la Iglesia.
Hoy, la aceptada legislación canónica sobre un episcopado célibe restringe mucho la elección de nuevos candidatos. No es seguro, sin embargo, que una reforma de la regla -intentada por el grupo cismático “Renovado” en Rusia (1922) – por sí misma garantice la promoción de los mejores hombres al episcopado. La práctica actual por lo menos previene que la dignidad episcopal llegue a ser simplemente una cúspide de honor eclesiástico abierta a todo el clero, y de algún modo conserva un principio carismático de elección. De todos modos, la posibilidad de volver a la práctica cristiana antigua y elegir hombres casados para el episcopado depende de la decisión de un nuevo concilio ecuménico de la Iglesia Ortodoxa, si alguna vez es realizado.
Cualquiera sean las restricciones pastorales y disciplinarias establecidas por la Iglesia contra el matrimonio después de la ordenación y en favor de un episcopado soltero, la intención general de la tradición Ortodoxa es clara. El matrimonio no es un estado inferior, sino que es bendecido por Dios. “Por lo tanto”, proclama el Sexto Concilio Ecuménico, “si alguien ha osado, en contradecir los Cánones Apostólicos, para privar a un sacerdote, diácono, o subdiácono, de cohabitación y relación sexual con su esposa legítima, será depuesto. Así como también si cualquier presbítero o diácono ha despedido a su esposa, simulando hacerlo por devoción, será depuesto” (canon 13; véase también Concilio de Gangra, canon 4). Los problemas que encara hoy la Iglesia Romana, donde, por muchos siglos y con la base Agustiniana del concepto de matrimonio, ampliamente rechazado hoy, en el que el celibato fue impuesto al clero, son impensables en la Ortodoxía.
Hasta hace poco, en Rusia, los deberes parroquiales eran reservados formalmente para sacerdotes casados, mientras que los célibes, si no vivían en una comunidad monástica, podían ser nombrados únicamente en cargos educativos o administrativos en la Iglesia. La práctica contemporánea es generalmente más flexible, y muchos sacerdotes célibes tienen éxito como sacerdotes párrocos.
¿Quién es el sacerdote?
Se pregunta San Juan Crisóstomo.
Es un ángel que soporta Cristo sobre su mano, habla de Él y lo sirve. Cuando el sacerdote celebra los sacramentos, él da sus manos a Cristo; cuando predica, da su lengua a Cristo. Por eso, el sacerdote tiene que ser puro como los ángeles.
Los sacerdotes son nuestros padres, tenemos que considerarlos como superiores a nuestros padres físicos. El sacerdote nos da a luz en el reino de Dios a través del bautismo, y nos alimenta por el misterio de la divina liturgia. El sacerdote realiza su ministerio por medio de los santos sacramentos, la predicación, la dirección espiritual y sus propias oraciones. De esta forma, el sacerdote no vive para sí mismo, pero sí para el que le encomendó este ministerio, por su rebaño, para estar al servicio de su iglesia. Grande es la responsabilidad de los sacerdotes, y múltiples son sus deberes ante Dios, porque Él les había dado la misión de preocuparse por las almas de los hombres. Sus deberes son infinitos en cuanto se preocupan por la salvación del mundo, y rezan para todos los hombres a fin que conozcan y que se acerquen a Dios.
2. Las condiciones del sacerdocio
El candidato al sacerdocio debe revisar toda su vida, a lo largo del tiempo pasado. Tiene que revisar todas sus disponibilidades, la corporal, moral, académica y espiritual. Si encuentra algo que le impide el ejercicio de ese ministerio, tiene que estar atento, porque la reprimenda de Dios será muy dura. Por lo tanto, no tiene que descuidar su ministerio. En general, las debilidades de los hombres y sus pecados afectan a uno mismo, o aparecen durante la noche cuando nadie lo observa y no se escandaliza. Pero, las debilidades de los sacerdotes son vistas por todos los hombres, como si fuera el mediodía, y cada una escandaliza a muchos. La responsabilidad cuenta no tanto como pecado personal del sacerdote sino en cuanto escandaliza a la multitud. En cambio, cuando la gente observa una virtud, esto constituye su apoyo y consuelo. El candidato al sacerdocio debe caracterizarse por su madurez y sabiduría, abnegación y la aptitud de darse y sacrificarse, el respeto al sacerdocio y la inclinación hacia él, la abstinencia, la cultura, la aptitud a enseñar, la salud física y espiritual, para que pueda llevar a cabo todas sus responsabilidades. Muy importantes son la edad y la piedad que posea, pero no son éstas las condiciones más importantes. La juventud no impide y la vejez no sirve; lo requerido es la sabiduría. Es seguro que hay dificultad para un sacerdote joven de adquirir rápidamente la confianza de la parroquia, pero la adquirirá con mucha fuerza cuando se afirme por su sabiduría, piedad, ascetismo, vida y obras. Además de las facultades personales, el sacerdote necesita dones de administración.
La vida del sacerdote es el motor que anima el fervor de su rebaño. La iglesia es el cuerpo de Cristo. El candidato al sacerdocio debe abocarse a que su vida y su ética no influyan negativamente en los miembros de este cuerpo. Sobre todo, el candidato debe persistir con paciencia y perseverancia en su decisión de sacrificarse, porque este ministerio es arduo y necesita mucho amor. Antes de empezar ese camino, el candidato tiene que decidir ser firme y a la vez flexible, frente a todo lo incorrecto, sea grande o no. Él se va a enfrentar gente que no ofrecen ningún servicio y no tienen ninguna responsabilidad en su Iglesia, pero no paran de quejarse, oponerse, condenar a los demás y defenderse. Critican su trabajo y su palabra, con razón o sin ella. Van a difundir que el sacerdote o el obispo hace daño a la Iglesia o roba dinero destinado para los pobres. Todos reclaman todo del sacerdote, aun más los que no ofrecen nada y no asumen ninguna responsabilidad. Por lo tanto, San Juan Crisóstomo dice que el poder del sacerdocio no sólo no ofrece alegría, sino que es una esclavitud extrema. En la práctica, el sacerdote sufre como el peor de los siervos. Eso fue un reflejo de la experiencia personal del santo padre. Por lo tanto, él sugiere que el candidato imagine previamente la grandeza de las responsabilidades y de las dificultades que lo están esperando. La pastoral de las almas, su cuidado, la organización de la Iglesia y su servicio, requieren varios dones espirituales de parte del candidato. Esto pasa en las instituciones mundanas en general, ¡cuanto más en la Iglesia de Cristo!
San Juan Crisóstomo.