¿Cómo nos preparamos para la ORACIÓN?
Usualmente oramos orientados hacia el Este, porque sabemos que es desde ese punto donde se mostrará el Hijo del Hombre, como un rayo, cuando venga a resucitar a todos y juzgarnos. La oración más poderosa es esa que se hace acompañada del ayuno.
No hace mucho se leyó en las iglesias aquel pasaje del Evangelio sobre un muchacho endemoniado, a quien los Santos Apóstoles, aún atendiendo las súplicas del padre del chico, no habían conseguido sanar. Y cuando los Apóstoles le preguntaron a Cristo “¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?”, Él les respondió: “Esta clase de demonios no puede ser arrojada sino con ayuno y oración.”
Comúnmente, la oración debe ser asociada al ayuno y, desde este punto de vista, ya en nuestra vida cotidiana, es bueno que, por la mañana, oremos antes de desayunar. Esto presupone un estado de ayuno, mínimo, si se quiere, pero real. Porque un estómago lleno no es favorable a la oración. Esto lo sabemos todos, por experiencia.
Es muy importante que la oración sea acompañada de una ferviente fe; esto significa hacer participar el intelecto, es decir que nuestra oración debe ser una consciente de todo lo que es capaz de lograr.