¿QUE ES LA REVELACIÓN DIVINA?
La Biblia no contiene la totalidad de la revelación divina. Ya en el Antiguo Testamento la importancia de la tradición oral está subrayada y el cuidado de la transmisión de generación en generación (Salmo 43, 2 / 44, 1. Joel 1, 3). El Nuevo Testamento observa que no contiene lo completo de las palabras y las obras de Cristo (Juan 21, 25).
La misma Santa Biblia se hace uso de la tradición (Números. 21, 14-15. Mat. 2, 23. Hech. 20, 35. B’ Tim. 3, 8. Jud. 14). Cristo no motivó a sus discípulos a escribir libros, sino a predicar, prometiendo que será para siempre con ellos (Mat. 28, 20) y que les enviaría el Espíritu Santo para quedarse con ellos (Juan 14, 16), enseñarlos y recordarlos de su predicación (Juan 14, 25-26), conducirlos “a toda la verdad”, revelándolos el significado profundo de las palabras de Cristo, todas las cosas que con sus propias fuerzas no podían ‘soportar” (Juan 16, 12-15).
De acuerdo a la fe ortodoxa la Iglesia no se basa en textos escritos, sino a la confesión de que Cristo es Dios-Hombre, es decir en la persona de Cristo, Dios se unió al hombre “indivisiblemente, sin cambio, sin confusión, inseparablemente”, y el hombre entró en una verdadera comunión con Dios, en la persona de Cristo se unió hipostáticamente, es decir, en una sola hipostásis (sustancia), el Dios y el hombre.
El Hijo y Palabra de Dios sigue siendo sustancialmente unido con su cuerpo y como la cabeza de la Iglesia está siembre unido con nosotros (Mat. 18, 20 + 28, 20). El Espíritu Santo se activa la presencia de Cristo en la vida de la Iglesia (A’ Cor. 12, 3), es por eso que la Iglesia es “columna y base de la verdad” (A’ Tim. 3, 15 – A’ Cor. 2, 7-11).
En el cuerpo de Cristo, “a los Santos” fue entregado la nuestra santa fe “una vez”, una vez por todas- el que no pertenece a este cuerpo, no puede interpretar correctamente la Biblia (B’ Tess. 3, 6. B’ Ped. 3′ 16. Jud. 3-4). En este sentido la tradición sagrada es la experiencia de la Iglesia, la memoria sagrada de la Iglesia, consagrada como un tesoro precioso (B’ Tim. A’ 13-14).
Pero también los apóstoles no se limitaron a los textos escritos- impartieron a los primeros cristianos mucho más de lo que registraron “por el papel y la tinta” (B’ Juan 12. 3, Juan 13-14. A’ Cor. 11, 34). Algunos de los escritos han demostrado su importancia actual, porque no fueron preservados en la Iglesia: El número de los diáconos (Hechos 6, 3), la Orden de las Viudas (A’ Tim. 5, 9), la cubierta de las mujeres (A’ Cor. 11, 5), el lavado de los pies (Juan 13, 14).
En el centro de la Biblia es la persona de Cristo (Juan 5, 38-39. Gal. 3, 24), sin Cristo no podemos entender la Biblia (Β’ Κορ. γ’ 14). Por lo tanto, la unidad en el cuerpo de Cristo, es decir la Iglesia, asegura la pureza de la verdad del evangelio (A’ Tim. 3, 15).
La biblia no está dirigida a individuos dispersos, sino a fieles, que están estructurados en un cuerpo. La tradición sagrada es la atmósfera, en la que el cuerpo vive y entiende correctamente la verdad, es la experiencia constante de la Iglesia, su conciencia, no opiniones personales, enseñanzas, órdenes de la gente (Isa. 29, 13. Mat. 15, 3.4.9. Mar. 7, 8. Col. 2, 8).
Con base en el tesoro de la memoria sagrada de la Iglesia, el estudio de la Biblia conduce a la unidad, no a la división de la Iglesia. De esta manera, se cumple el deseo de Cristo para la unidad de los fieles (Juan 17, 20-21). Por eso los apóstoles estaban recomendando a los Cristianos para mantener las tradiciones, es decir, el tesoro que se les confiaron (A’ Cor. 11, 2. Fil. 4, 9), «ya sea por voz o por carta» (B’ Tess. 2, 15. B’ Tim. 1, 13).
Los pastores de la Iglesia fueron colocados en esta posición para vigilar, es decir, ser guardias (= bispos) de la pureza de la vida y la enseñanza de la Iglesia (Hech. 20, 28-31): «despierte el don de Dios, que está en ti por la imposición de mis manos… Retén la norma de las sanas palabras que has oído de mí… Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que habita en nosotros.» (B’ Tim. 1, 6. 13. 14), «y lo que has oído de mí entre muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que serán idóneos para enseñar también a otros» (B’ Tim. 2, 2).
En otras palabras, la sucesión apostólica es consistente con la doctrina apostólica. En este sentido, entendemos las palabras de San Ignacio (110): «Porque Jesucristo, nuestra verdadera vida, es la opinión del Padre, así como los obispos que han sido instalados en los extremos de la tierra es con la opinión del Jesuscristo («en Jesús Cristo Opinión»). Bueno, y ustedes deben observar la opinión del obispo, que es lo que ustedes estan haciendo, porque el buen nombre de su Presbiterio, que también es digno de Dios, está armonizado con el obispo, como las cuerdas en la guitarra» (Ignacio, Efes. III, 2-IV,1).
Esta enseñanza no es nueva- es una creencia Protocristiana
«De las doctrinas y las verdades que mantiene la Iglesia, por un lado los obtuvimos de la enseñanza escrita, otros que en secreto han llegado hasta nosotros los aceptamos por la tradición de los apóstoles. Ambos elementos, la tradición escrita y oral, tienen este importancia por la fe. Y nadie de los que tienen aún poco conocimiento de las instituciones eclesiásticas se levanta ninguna objeción a ellos. Porque si tratamos de abandonar los que no están escritos, porque supuestamente no tienen gran importancia, sin entenderlo, dañaríamos el evangelio a su esencia o, probablemente, lo convertiríamos a un nombre vacío de significado» (Basilio el Grande, Sobre el Espíritu Santo, 27 66).
Así en la época del Gran Basilio, quien tenía aún «poco conocimiento de las instituciones eclesiásticas», admitiera que la revelación divina fue preservada secretamente en la Iglesia en toda su plenitud. Por ejemplo, San Basilio dice que el hábito «los que tienen la esperanza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo» deben que revelar su fe «haciendo la señal de la Cruz».
Entonces aquí tenemos una diferencia básica con el mundo protestante. El principio de «sólo la Biblia» deja expuesta incluso la misma Biblia, expuesta a la «autoridad interpretativa» y también a la «Infalibilidad» de cada pastor.
La Biblia no puede ser absolutizada, porque esto reemplazaría el Cristo viviente con la letra de la Biblia, que está siendo deificada, cortada de la vida del cuerpo de Cristo, la vida de los santos (Judas 3). La Biblia es «palabra para el Dios que pasó por el corazón de los santos es la palabra de Dios sobre Dios» (G.Metallinos), la verdad que fue dada “una vez” a los santos (Judas 3) y no toda la verdad, sino un parte de ella. No puede ser entendida separada de la Iglesia (A’ Tim. 3, 15).
Manual de sectas y grupos para-cristianos
Padre Antonios Alevizopoulos